No hay extranjero que se resista, y no es para menos: las tapas son lo primero que se aprende cuando se empiezan a estudiar la lengua y la cultura españolas, junto con el “una cerveza, por favor“ y el típico “¡siesta, paella, fiesta!“ que te sueltan de carretilla al saber de dónde eres. Por tanto, las tapas se han convertido en un símbolo español más allá de nuestras fronteras.
Las tapas son un aperitivo salado servido en pequeñas porciones que acompañan, en su forma más tradicional al vino y en su versión más moderna a la cerveza que pedimos en bares y restaurantes españoles. Aunque su función es la de abrirnos el apetito, a menudo acaban sustituyendo la comida principal o la cena – hay tantas, que es difícil elegir y al final acabamos probándolas todas. En algunas ciudades y regiones son gratis, como por ejemplo en Granada o en Extremadura.
El tapeo se ha convertido en un ritual y tiene sus características propias: las tapas se toman de pie, junto a la barra del bar. Se suele hacer entre amigos; irse de tapas es salir a divertirse. Normalmente las horas a las que se va de tapeo son al mediodía – a la hora del aperitivo, pero al final nos cae la noche y ahí seguimos, pegados a la barra –, y a partir de las ocho de la tarde.
Su origen no está claro, pero por un lado o por el otro todos los rumores señalan al rey Alfonso X el Sabio. Unos dicen que el médico le recetó tomar unos tragos de vino a lo largo del día, pero como el alcohol terminaba subiéndosele a la cabeza, ordenó que le sirvieran pequeñas porciones de comida para contrarrestar los efectos del vino. Tras esto, se dice que el mismo Alfonso X prohibió la venta de alcohol en los locales de Castilla si no era acompañándolo con algo de alimento.
Otros cuentan que el rey estaba de paso por Cádiz cuando entró en una venta cercana a la playa y, al pedir un vino, el camarero se lo sirvió con una loncha de jamón sobre la copa, a modo de “tapa“ para evitar que le entrase arena. Por lo visto, al monarca le hizo gracia la ocurrencia del muchacho y los miembros de su Corte pidieron lo mismo – y gracias al “culo veo, culo deseo“, la idea se ha extendido hasta nuestros días.
Existe una variedad inmensa de tapas, ya que además de las tradicionales, las que se encuentran en cualquier local español – y sorprendentemente, en algunos sitios en el extranjero –, cada región tiene sus especialidades: las papas arrugás con mojo picón en Canarias; los michirones y el zarangollo en Murcia; la coca de trempó en las Islas Baleares; la paella y las clochinas en Valencia; el salmorejo y los caracoles en Andalucía; el queso y gazpacho manchegos en La Mancha; la sopa de ajo y las codornices escabechadas en León; el pulpo a la gallega en Galicia; la chistorra en Navarra; el pan tumaca y la escalivada en Cataluña; las patatas bravas y los huevos estrellados en Madrid; las migas y el jamón ibérico en Extremadura, y los pimientos rellenos del País Vasco.
Sin embargo, como ya he dicho, hay tapas que se encuentran en cualquier parte – y no sólo de España: la tortilla de patatas (con o sin cebolla), las patatas bravas, el gazpacho, las aceitunas, los boquerones en vinagre, la ensaladilla rusa, las croquetas de jamón, las gambas al ajillo, el pan tumaca con jamón – un catalán de toda la vida en mi tierra – o las albóndigas con tomate, entre muchas más.
Y digo yo, que por algo la cocina española se ha colocado primera en el ranking mundial – 50 Best Restaurants in the World. No sigo, porque al final me voy a arrepentir de haberme salido del país...
- albóndigas
- boquerones en vinagre
- croquetas
- ensaladilla rusa
- gazpacho
- pan tumaca
- patatas bravas
- tapas
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