Algo que para cualquier español es de lo más normal, resulta muy curioso en muchos países extranjeros. El hecho de tener dos apellidos – y no sólo uno – es algo que sorprende a la mayoría de los extranjeros y que los hace reflexionar durante algunos minutos: „Entonces, ¿cuando os casáis no os cambiáis el apellido?“. „ ¿Y cómo se llaman entonces vuestros hijos?“ „Pero... ¿cómo sabe entonces la gente que pertenecéis a la misma familia?
Los españoles recibimos un nombre – o dos – y dos apellidos cuando nacemos y nos inscribimos en el Registro Civil: uno de ellos pertenece al padre y el otro a la madre. Aunque el orden puede variar, normalmente el primer apellido es el primero del padre y el segundo, el primero de la madre. Por ejemplo, en mi caso – Laura Rodríguez Poveda – recibí el apellido „Rodríguez“ en primer lugar, porque es el primero de mi padre – Salvador Rodríguez Sánchez – , al que le sigue „Poveda“, que es el primer apellido de mi madre –Maricarmen Poveda Hurtado. Los hijos de padres solteros pueden adoptar los dos apellidos del progenitor, o bien repetir el primero de éste.
Estos dos apellidos no se cambiarán en el futuro, ni al casarnos ni al divorciarnos, como ocurre en gran parte del mundo, sino que nos acompañarán desde el nacimiento hasta la muerte. Sin embargo, existe la posibilidad de solicitar un cambio de nombre o de apellidos al haber cumplido la mayoría de edad si se cumplen algunos requisitos. La mayoría de los extranjeros con los que he hablado hasta el momento coinciden en que es una idea estupenda que evita muchos calentamientos innecesarios de cabeza: ¿por qué cambiar el nombre de soltera a la hora de casarnos? ¿Acaso es realmente práctico?
Según el INE (Instituto Nacional de Estadística), los apellidos más comunes en España son García (más de un millón y medio de ciudadanos españoles), González (932.000), Rodríguez (930.000), Fernández (924.000), López (876.000), Martínez (838.000) y Sánchez (820.000). Es curioso que muchos de los apellidos típicos españoles acaben en -ez. Esto se debe al patronímico, que es la derivación de un nombre por medio de algún sufijo – en España, mediante los sufijos -az, -ez, -iz y -oz, que significan „hijo de“ – para expresar la descendencia. Por ejemplo, los „Fernández“ serían hijos de Fernando, los Rodríguez serían hijos de Rodrigo, etc.
Por otra parte, los patronímicos se utilizan en muchas otras lenguas: el prefijo Fitz- en los países anglosajones – el cual proviene, probablemente, del latín filium (hijo) –, el sufijo -ini en Italia, las derivaciones del sustantivo Sohn (hijo) en los países germanos – -sen en danés, -son en inglés y sueco y -zoon en neerlandés –, el uso de la preposición de unida al nombre del padre en francés o de la palabra ben (hijo) en las lenguas árabes y hebreas, así como las terminaciones -ovich, -evich o -ski en las lenguas eslavas.
En cuanto a los nombres – que no los apellidos –, en España abundan, aunque cada vez menos, los nombres religiosos. Para cualquier español es algo normal que una mujer se llame Concepción o Dolores; sin embargo, nombres como Ascensión, Purificación, Encarnación o Esperanza hacen que los extranjeros se mueran de risa al traducirlos a su lengua. Así pues, si alguien tiene pensado mudarse al extranjero con los hijos a cuestas, merecería la pena considerar unos minutos qué nombre ponerle a los retoños.